Todo el mundo sabe que los factores de riesgo que más amenazan el corazón son el cigarrillo, la presión alta, elelevado colesterol, la obesidad, la diabetes, la inactividad física y 

determinadas etapas de edad. Esto explica es parte el problema, tal vez menos del 50% de los casos.

Usted puede tener ninguno de esos problemas y asimismo sufre de un infarto.Por lo tanto, es claro que deben existir otros culpables. Hoy, los nuevos sospechosos son: factores psicológicos y sociales, factores religiosos y factores genéticos.

Factores sociales

Vivir solo: varios estudios están demostrando que la soledad hace mal para la salud. Ser solitario aumenta mucho la posibilidad de un infarto. Una encuesta hecha durante nueve años en la Duke University, en los estados unidos, mostró que los solitarios, sin íntimos amigos, tienen tres veces más posibilidad de tener un infarto. Tal vez sea por eso que el corazón siempre ha estado relacionado con las emociones y con los lazos efectivos.

Bajo salario: y pobreza, garantiza mayor incidencia de salud precaria y muerte prematura en todos los países del mundo. Las personas más pobres y con menor nivel de educación fuman más, hacen menos ejercicio y tienden a ser más obesos. Además de esto, los pobres sufren con mayor frecuencia de la mala nutrición, depresión, estrés crónico, condiciones inadecuadas de vivienda, promiscuidad, violencia, ausencia de recursos médicos y sociales, no podemos ignorar que la pobreza es un factor de riesgo muy serio.

Un estudio hecho durante cinco años en los estados unidos mostró que la frecuencia de tener un infarto de quién gana salario mínimo es casi el doble quien gana más.

Factores psicológicos

Un estudio de salud de los adventista hecho por la universidad de loma linda en California, trajo una sorpresa, mostró que los adventistas del comportamiento tipo A, y demostró que realmente lo que hace que muera más, no es ser de tipo A, sino el mal genio. No es el hecho de sentir rabia, sino el de explotar, es decir, la manera equivocada de resolver la rabia. El estilo “ golpe con golpe yo pago”, es lo que realmente puede matar a su corazón. Quien pelea con alguien que lo cerró con el carro, con el vendedor que lo tanto mal, o con el mesero maleducado: aumentar hasta cinco veces más la posibilidad de tener un infarto.

Por otro lado, las personas que sienten radio, pero que consiguen controlar su temperamento, tienen mortalidad igual a la que los individuos más pacíficos.

Cociente emocional y religiosidad

Un estudio americano mostró que aquellos que consiguen resolver sus problemas de forma inteligente, aquellos que se dan cuenta que están con mucho estrés y que en alguna manera tratan de disminuir ese estrés están en realidad protegiendo su corazón. El mismo estudio mostró que aquellos que frecuentan una iglesia y consiguen relacionarse bien con Dios y con sus Hermanos de la fe, experimentan una mayor sensación de bienestar y consiguen una disminución significativa de mortalidad. Esa disminución de mortalidad sobrepasa, en gran medida, los factores de riesgo perjudiciales como bajo salario, edad de riesgo y soledad.

La fuerza de la oración intercesora.

Un estudio muy interesante hecho en el hospital General de San Francisco, trató de descubrir si hacer oración por los enfermos hacía alguna diferencia.

393 pacientes de la unidad coronaria fueron divididos en dos grupos, la mitad de ellos recibirá diariamente oraciones, hechas por personas desconocidas, fuera del hospital. La otra mitad no recibía oraciones.

Ni los pacientes ni los médicos habían quien recibía oración o no.

Al final del estudio quedó demostrado que el grupo que recibió oración tuvo.

·         Menos insuficiencia cardiaca

·         Menos insuficiencia respiratoria

·         Menos paros cardíacos

·         Menos necesidad de antibióticos

No hubo diferencias significativas en la mortalidad pero el grupo de oraciones sufrió menos. Después de este estudio, nadie tuvo coraje de repetir la encuesta pues no sería ético dejar de hacer oración por las personas.

La religión ha aparecido como factor clave en muchas evaluaciones de salud. El primer estudio de salud de los adventista realizado en la década de los setentas, mostraba que los hombres adventistas vivían de seis a ocho más que los no adventistas. Posteriormente, se demostró que esa mayor longevidad está relacionada con hábitos de vidas más saludables: los adventistas que daban importancia a cosas como, no fumar, no beber, hacer ejercicios regularmente, comer frutas, verduras, nueces castañas y frijoles y usaban menos carne, vivían de 10 a 12 años más que los adventistas relajados con los hábitos de vida. Existe, sin embargo, una gran posibilidad que esa mayor longevidad también esté relacionada con el nivel de religiosidad.